viernes, febrero 25, 2011

El uso de nuestro territorio es un desastre.

Tenemos en Chile un hermoso territorio, un clima variado pero amigable, una población bastante homogénea en cuanto a aspectos culturales y buenos indicadores en diferentes aspectos de nuestro quehacer. Sin embargo, hace tiempo que pasamos a un estado de “camino al desarrollo”, desarrollo que nunca llega. Trataremos aquí de señalar algunos aspectos que se podrían abordar sin entrar en honduras ideológicas para conducirnos a una mejor calidad de vida.

Distribución de la población.
Si bien los aspectos cuantitativos son menos relevantes que los cualitativos, para entender los problemas de nuestro país es relevante conocer algunas cifras de población que nos entrega el último censo, de 2002, y que nos permiten ver la desigualdad geográfica en que se distribuye la población.

Comparación Superficie, Población, Densidad y PIB por Región
Nota 1. PIB de 2003 en millones de pesos de 1996.
Nota 2. Población según censo de 2002.
Nota 3. Las nuevas Regiones desagregadas de Tarapacá y de Los Lagos están incluidas en su Región de origen.

Es interesante observar cómo la densidad va desde los 0,84 habitantes por kilómetro cuadrado de Aisén hasta los 389,67 habitantes por kilómetro cuadrado de Santiago. Un tema político interesante de señalar es que la tendencia de muchas personas en las Regiones de Chile es a confundir la cercanía que deben dar los Municipios con la visión macrorregional que deben dar los gobiernos regionales y es así que desde el censo de 2002 las regiones aumentaron a 15, lo que significa aumentar aún más la asimetría frente a la Región de Santiago, cuando la tendencia lógica sería crear contrapesos que se podrían lograr con macrorregiones en lugar de las microrregiones que buscan muchos caudillos locales.

Sin embargo, el tema se vuelve más complejo si vemos la relación urbano-rural. Según el Censo de 2002, de los 15.116.435 habitantes del país, el 86,6% corresponde a población urbana, 13.090.113 de personas y 13,4% a la población rural, 2.026.322 de personas. Aceptando que esta es una tendencia creciente en el mundo de hoy, hay una contradicción entre la vocación de Chile como potencia alimentaria y la creciente urbanización de la población, lo que significa la inexistencia de los adecuados incentivos para que el agro y las zonas rurales sean capaces de retener a la población, otorgándoles una adecuada calidad de vida y potenciando pequeñas aldeas poco dependientes, que frenen la migración hacia las grandes urbes.

Uso del territorio
Un aspecto que se tiende a olvidar son las consideraciones geopolíticas. El reciente conflicto de Magallanes, así como anteriores conflictos en Tarapacá o problemas en comunas como Curarrehue o Lonquimay nos hacen notar el escaso acercamiento de nuestra clase política hacia estos temas. Es así que grandes zonas se han convertido en “fronteras interiores”, además del despoblamiento y despotenciamiento de las fronteras limítrofes.

Consideraciones geográficas. El agua es un elemento que desde siempre ha sido escaso en el norte y que tiende a ser crecientemente escaso al acercarnos hacia el sur. Sin embargo, este indispensable elemento para la supervivencia del hombre no se considera en forma prioritaria para el desarrollo y solo es considerado por algunas grandes empresas cuando podría entorpecer el desarrollo de algún megaproyecto, a pesar que ya en el siglo XIX se usaban en Chile técnicas para aprovechar y desalar el agua marina.

Tenemos un creciente debate en relación a la energía donde tampoco se toma en cuenta nuestra realidad geográfica. Tradicionalmente hemos usado plantas térmicas e hidroeléctricas a partir del aprovechamiento del carbón y del agua diseñado por Corfo a mediados del siglo pasado. Sin embargo, vemos lo que pasa cada año seco con la hidroelectricidad y la contaminación que producen las plantas térmicas, incluso las más avanzadas a gas. En cambio, el sol que tenemos en forma casi ilimitada al norte, que no contamina ni se gasta, no se ha planteado como alternativa para encabezar nuestra matriz energética, así como tampoco las mareas, la fuerza volcánica y escasamente el viento.

También hemos sido incompetentes para correlacionar los factores económicos con el uso del territorio y es así que llevamos años hablando de pasar a nuevas etapas de producción que nos lleven a abandonar nuestro carácter de simples productores de materia prima. Para esto debería darse los incentivos correctos para desarrollar productos más elaborados en Chile cerca de los lugares en que se produzcan las materias primas, potenciando las fuentes laborales a lo largo del territorio.

Estándares de desarrollo
El trazado de calles y de caminos de Chile es una muestra de la absoluta falta de planificación. Es común ver que para cada proyecto se debe proceder a costosas expropiaciones por la falta de visión de largo plazo. Y esto se da permanentemente, ya sea para calles urbanas, vías costaneras o carreteras, las que nunca tienen las fajas de reserva necesarias. Es así que nos encontramos con carreteras sin bermas o autopistas urbanas que invaden las caleteras, todo esto para bajar costos.

El tendido de cables es otro tema en que no se planifica a futuro. Chile está invadido de cables de todo tipo, en uso y en desuso (estos últimos es más barato dejarlos abandonados que retirarlos) y no existe una política de largo plazo al respecto. Nadie se atreve a poner el tema sobre la mesa y solo en algunos sectores exclusivos se han dictado normas para el soterramiento obligatorio. Sin embargo, a lo largo del país, los nuevos proyectos amenazan con seguirnos invadiendo, siendo el mayor peligro el megatendido que pretende Hidroaysén, existiendo hace más de cien años tecnología para cableados submarinos y subterráneos.

En cuanto a las normas constructivas el bien común pasa permanentemente a subordinarse a los costos y es así que temas como las “casas isla”, los “conos de sombre” o los “derechos de vista” no están considerados en la legislación y de los pasivos nadie se hace cargo, excepto los directos perjudicados.

Está claro que el “desarrollo” que se está buscando está reflejado exclusivamente en lograr PIB a niveles superiores. Esto impide considerar los aspectos más relevantes, que están determinados por la real calidad de vida de los chilenos, que debería ir creciendo a la par o a ritmos mayores que el crecimiento económico. El crecimiento económico está llamado a ser impulsor de mayor igualdad y calidad de vida y no un fin en sí mismo.

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