martes, mayo 06, 2008

Terremoto gris o terremoto blanco. ¿Por qué no aprendemos?



Merced a la erupción del Volcán Chaitén, del cual no se tenía registro de erupciones anteriores, las localidades de Chaitén y Futaleufú, y en menor medida Palena, están cubiertas de una gruesa capa de ceniza volcánica y se contaminó el agua superficial. Como consecuencia no existe agua para beber y los pastos están cubiertos previéndose una enorme mortandad de ganado, única fuente de recursos para muchos lugareños.



No puedo sino reconocer la eficiente labor de los organismos de emergencia, en especial el esfuerzo desplegado para la inédita evacuación efectuada.



Sin embargo, la situación que se está viviendo no es nueva en nuestro país. El escenario que se presentó era perfectamente previsible, no la erupción en sí ni el lugar, pero claramente algunas de sus consecuencias.



Los datos están. Somos uno de los dos lugares más volcánicos y sísmicos del Planeta. No hace tanto, la Región de Aisén vivió una situación similar a la que actualmente se vive cuando se produjo la erupción del Volcán Hudson (agosto de 1991). También en aquella época se vivió un "terremoto gris" del cual aún quedan huellas.



Si a esto sumamos que cada tanto tenemos "terremotos blancos", con precipitaciones de nieve fuera de lo "normal", podemos concluir que las consecuencias de la actual erupción del volcán Chaitén podrían haberse mitigado con dos medidas que tomadas a tiempo no habrían sido tan complicadas:



1. Construcción de establos, comederos y bebederos (obviamente con techos con una adecuada pendiente) y acopio de una reserva estratégica de forraje, y



2. Diversificación de las fuentes proveedoras de agua, por ejemplo, aguas subterráneas y superficiales.



Tanto con los terremotos grises o blancos pasa más o menos lo mismo. Son testigos los habitantes de Lonquimay, Curarrehue, Chaitén o Aisén.



Debemos invertir más en prevención.



Y no nos olvidemos de Santiago, donde una erupción del San José (erupción en 1822), del Maipo (erupción en 1941), Tupungatito (erupción en 1986) o del Tupungato (considerado extinto igual que el Chaitén), todos ubicados muy cerca de nuestra capital, nos podría contaminar toda el agua, ya que casi todas las fuentes, y las reservas que se ocupan, están en la cuenca del Río Maipo, y no es lo mismo evacuar a 4000 personas que a 6 millones. Sin ser un experto, ¿hay algún plan para inyectar a los ductos de Santiago agua de la cuenca del Aconcagua en caso de emergencia?



Alejandro Jiménez Michaelis


Mayo de 2008.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo. Creo que hay que implementar de una vez por todas políticas preventivas, en lugar de estar lamentándonos. Es cierto que somos un país solidario, que va en apoyo de los sectores afectados por catástrofes climáticas o naturales, pero creo que la prevención siempre es mejor aliada.